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El libro que tienes en tus manos es un libro de salmos. Un salmo es una comunicación musical que tiene el hombre con Dios. La canción va del hombre a Dios y viceversa. La función del salmo es crear una atmósfera idónea para mover al Espíritu. ¿Y la música?, podréis decir, ¿dónde se encuentra aquí? La música la pone el estado de gracia desde el que está escrito. Es la música del palpitar de un corazón enamorado. No se precisa más para que se produzca ese movimiento del Espíritu que nos toca y nos conmueve.
Este libro describe el trastorno obsesivo-compulsivo y otras psicopatologías asociadas desde una perspectiva original e innovadora. Se plantea que los miedos obsesivos con compulsiones físicas o mentales tendrían unos correlatos neurobiológicos casi idénticos a las adicciones.
Las obsesiones serían una forma de adicción al pensamiento que permitiría a la persona obviar otros problemas que le acosan, como emociones de rabia, miedo o culpa. Cuanto más se evita el motivo original de la ansiedad y más se realizan las compulsiones como forma de conseguir calma, más incisivo y adictivo se vuelve el proceso obsesivo.
Todo se ventila en la comprensión de lo que somos. Sin ella, naufragamos en la ignorancia, nos perdemos en la confusión y nos hundimos en el sufrimiento. ¿Qué tener en cuenta para que las pérdidas, no solo no nos hundan en el sufrimiento, sino que puedan abrirnos las puertas a la comprensión?
¿Qué necesitamos, tanto individuos como sociedades, para funcionar de modo óptimo y positivo?
En un mundo donde existen cada vez más estímulos y prisa, resulta inevitable que acabemos desconectando de nuestros propios valores, capacidades y hábitos positivos. Las estadísticas no dejan dudas sobre las claras consecuencias negativas que esto tiene. La ciencia de la Psicología Positiva se establece claramente en 1998 para complementar los grandes aportes que la Psicología general ya estaba brindando.
A partir del s. III y hasta el día de hoy, la Iglesia ha concedido más importancia a la Religión que al Evangelio, de forma que presenta y vive el cristianismo como una Religión que se funde y se confunde con el Evangelio. Y ello a pesar de que la Religión se enfrentó al Evangelio hasta tal punto que fueron sus propios dirigentes –los sacerdotes– quienes condenaron a Jesús a muerte. Ellos fueron los primeros en darse cuenta de que el Evangelio era la amenaza y la ruina de la Religión.
Una Religión que es la divinización de lo humano, mientras que el Evangelio supone la humanización de lo divino. ¿Por qué, entonces, está más presente en la Iglesia la Religión que el Evangelio? Sencillamente, porque los rituales de la Religión tranquilizan nuestra conciencia, mientras que las exigencias del Evangelio nos plantean el despojo de la riqueza y, sobre todo, del propio yo, lo que resulta muy difícil de aceptar para la mayoría de las personas. Esto ha llevado a una disminución de la relevancia de la Religión y a una desconexión con las necesidades de la sociedad actual.
Esta obra pretende exponer algo de lo que supone “lo masculino” y “lo femenino” en la Humanidad, en la vida; sus necesidades e implicaciones en un cambio que la misma humanidad precisa en su tarea evolutiva. Iniciamos una labor de “rescate” que trate de lograr el equilibrio, incluso la armonía, entre ambas energías.
Si el poder de la escucha es inmenso, el de la palabra es indiscutible. Anhelamos la escucha especialmente cuando sufrimos. La necesitamos como la cierva sedienta busca el agua. Buscamos la escucha y esperamos la palabra: la palabra oportuna, comprensiva, adecuada, la que sostiene y, en su caso, orienta, ilumina, conforta, consuela.
El presente libro pretende ser como un espejo en el que nos percibimos a nosotros mismos. Pero no para juzgarnos, sino para comprendernos. Solo si comprendemos qué mecanismos actúan en nuestro interior, podremos liberarnos de ellos.
La palabra interior, la siempre naciente, esa que brota del aliento anterior a todo decir. Esta palabra interior es la que encontramos en Gratitud, diciéndose una y otra vez, irrumpiendo, pero sin romper el Silencio, porque es uno con ella, porque la recibe gozoso como fuente de la que proviene, como encuentro largamente anhelado.