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Al hilo de la parábola del Buen Samaritano y del magisterio del Papa Francisco, el autor desgrana algunas actitudes básicas para fomentar la misericordia: habitar las periferias físicas y psicológicas, sentido de compromiso social, empatía ante el dolor del prójimo, etc. “Frente a la cultura actual, que propone ser competitivos, la propuesta de Jesús es la de ser compasivos”.
Hay un espacio en mí sobre el cual nadie tiene poder. Es el espacio donde Dios habita en mí. Allí entro en contacto con mi verdadero yo. Allí soy por entero yo mismo. Allí mi yo está protegido. Allí crece mi autoestima y soy cada vez más yo mismo.
En ese espacio nos sentimos seguros y podemos escapar de la tiranía de la cotidianeidad y concentrarnos en nosotros mismos. En él llegamos a ser libres.
La formación de los presbíteros –inicial o permanente– ha sido una preocupación constante en la vida de la Iglesia. En la actualidad debe adaptarse a unos tiempos necesitados de presbíteros cualificados y competentes en su labor evangelizadora al estilo del Concilio Vaticano II. Desde el punto de vista moral al presbítero le corresponde tomar decisiones que a veces son extremamente complejas…
Todos llevamos una fuerza interior capaz de transformar el mundo. Siendo felices en Dios podemos subir a la cumbre, entrar en un misterio de amor que nos sobrepasa para luego bajar al mundo como lámparas de Dios que quieren iluminar y penetrar en la realidad dando sabor a la vida.
En la vida todos experomentamos pérdidas. Es una experiencia muy común, siempre compleja, sobre todo cuando nos dolemos por la muerte de un ser querido, por una ruptura afectiva, por la enfermedad inesperada, por el fracaso...
No es fácil adentrarse en la dolorosa sinfonía de sensaciones...? Desgarro, desconcierto y confusión, vacío interior y soledad...? El corazón, herido y contrariado, suspira…
La fe cristiana tiene como singularidad, origen e historia creer en un Dios que ha hablado a los hombres desde siempre y que ha venido a habitar entre ellos hace ahora dos mil años, encarnado en Jesús de Nazaret, muerto en una cruz y vuelto a llamar por Dios a la vida para conducir a la humanidad a su destino eterno. Sin embargo, esta revelación, recibida de la debilidad y de la locura de la cruz
La oración es la hazaña más sublime del espíritu humano. Que esta afirmación haya salido de una mujer que representa la historia y la tragedia de la humanidad del siglo XX, da mucho que pensar. Edith Stein hizo un largo camino de búsqueda de la verdad que la llevó del judaísmo al ateísmo, de la filosofía a la conversión al cristianismo y del Carmelo a la muerte en la cámara de gas de Auschwitz.