Este libro expone con detalle los aspectos espirituales de una tradición cristiana a menudo olvidada que, dentro de su etiqueta de cristianismo oriental, contiene una superabundancia de confesiones individuales antiguas y únicas.
El lenguaje de la mística constituye la “piedra Rosetta” necesaria para descifrar el significado de los símbolos y acontecimientos de nuestra vida. El misticismo significa colocar a Dios ante todo, buscando nuestro centro a través de la oración y la meditación, creando el tiempo y dotando a ese tiempo de un espacio sagrado. El misticismo hace del universo un espejo de lo que ya está aquí en el “eterno ahora” del Maestro Eckhart.
Según los misticismos universales, el crecimiento personal afecta al mundo desde el interior, moviéndose hacia fuera como acción consagrada. Así, cuanto más profunda es nuestra vida contemplativa, más profundo se hace nuestro entendimiento de la gente, las culturas, los países y las religiones. Como observó Paul Reps, autor budista zen: “Todos tenemos los huesos del mismo color”.