Los miedos en la crianza

Los miedos en la crianza

Pepa Horno Goicoechea

Ser madre o ser padre implica desde el principio aprender a afrontar nuestro miedo, a vivir con él. Dan miedo muchas cosas, desde las pequenas y cotidianas: que se caiga, que llore y no saber qué le pasa o cómo consolarle, que no coma bien…hasta los mas graves: que esté enfermo o que le hagan dano.

Hay dos miedos esenciales de los que se habla poco pero que en mi opinión juegan un papel clave en la crianza de nuestros hijos o hijas: el miedo a que les pase algo y el miedo que tenemos los propios padres y madres a hacerles nosotros dano.

Como miedos que son, ambos son irracionales, automaticos casi, dificiles de controlar. Pero hay una diferencia entre ambos: el primero es aceptable socialmente, de hecho se mira con simpatia, con comprensión. Existe una tendencia muy habitual en nuestra sociedad a sobreproteger a los ninos y ninas, amparada y justificada por este miedo. Factores que favorecen esta tendencia hay muchos, entre otros, que tenemos pocos hijos, los vinculos afectivos con ellos son profundos y cultivamos, en muchos casos con gran consciencia, nuestro deseo de hacerles felices.

Pero el segundo miedo, el miedo a ser nosotros, sus padres, quienes les danemos, no esta aceptado socialmente. Plantear cualquier tarde en la reunión de madres y padres en un parque, o en una comida familiar que uno tenga miedo a hacer dano a sus propios hijos es algo casi contra natura. Por un lado, porque muchos padres no se plantean esa posibilidad, no la hacen consciente. Sencillamente no es posible. Porque la sociedad necesita creer que las madres y los padres no hacemos dano a nuestros hijos e hijas. El dano si llega, siempre vendra de fuera, de los desconocidos, de los locos, de los que estan fuera de esa burbuja que tanto empeno ponemos en construir alrededor de nuestros hijos. La sociedad defiende como un valor inquebrantable el amor incondicional de los padres a los hijos, especialmente el de las madres, de quienes se dice y se acepta que nadie podra querer a sus hijos e hijas como ellas. Casi siempre el amor maternal aparece como ejemplo del maximo amor posible.

Pero el amor no es una garantia. Querer a alguien no es suficiente, hay que saber quererle bien. Y a querer bien se aprende, en parte a través de los modelos afectivos que interiorizamos en nuestra infancia, en parte a través de un proceso de crecimiento personal posterior. Pero sobre todo lo aprendemos en la cotideanidad con nuestros hijos e hijas, que se vuelven nuestros maestros. Y nos transforman, y nos ensenan, y nos cambian. Como ocurre en otras clases de amor, por ejemplo en la pareja, donde la convivencia se convierte en un aprendizaje mutuo pero también en un reto. Un aprendizaje y un reto que no se afrontan hasta que no se convive. Y en esa convivencia, uno de los aprendizajes esenciales como madres y padres es justamente tomar conciencia de nuestros errores y que podemos ser los principales causantes del dolor a nuestros hijos, saber escuchar a las personas que nos rodean y pedir ayuda cuando nos hace falta.

Porque hacerlo bien 365 dias al ano 24 horas al dia es sencillamente imposible. Luego como madres y padres, por mucho que queramos a nuestros hijos e hijas, nos vamos a equivocar. Y cuando nos equivocamos podemos hacerles dano. También puede que les hagamos mas fuertes, y mas sabios por el aprendizaje que de ese dano derive. Pero de ahi el miedo: el miedo a hacerles dano, a que un dia nuestros hijos nos miren y nos pidan cuentas. Y hay cuentas mas diafanas que otras.

Los padres, y las familias en general lo hacen lo mejor que pueden y saben. Y a veces ese lo mejor que pueden y saben significa muy bien y a veces no tanto. Y creo que se podrian disminuir y abordar muchas situaciones de riesgo si se pudiera hablar de esos miedos y de ese dano. Porque narrandolo lo hacemos real y lo convertimos en algo ante lo que podemos actuar, que podemos perdonar y volver a empezar. Porque uno de los aprendizajes mas dificiles que tenemos como padres es aprender a perdonarnos por nuestros errores, a aceptar nuestra vulnerabilidad, nuestra debilidad. Sabiendo sobre todo que, aunque hoy te hayas equivocado, manana seguiras siendo madre, o padre y tocara volver a intentar hacerlo bien.

En la mayoria de los casos, las madres y los padres aman a sus hijos. Pero también se sienten asustados, y solos, y confundidos. Y es necesario crear espacios para que todas esas emociones puedan ser expresadas sin ser condenadas o censuradas. Y en esto no hay diferencia entre tener un hijo biológico, adoptivo o en acogimiento. Pero también estoy convencida de que este miedo, el miedo a no saber hacerlo, a meter la pata, a no saber manejar la historia y las situaciones que traen consigo los ninos y ninas que llegan a las familias por adopción u acogimiento es uno de los grandes impedimentos para que estas formas de maternidad y paternidad se afiancen en nuestra sociedad.

 

Pepa Horno Goicoechea

Consultora en Infancia, afectividad y protección

Espirales Consultori­a de Infancia

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