Aprender a sentirte segura en tu propia piel

Aprender a sentirte segura en tu propia piel

Emprender este viaje de curación es un acto de coraje y valentía. Es posible que no sientas que sea algo valiente. Puede que sientas que no tienes elección o que es un acto desesperado. Tal vez tengas dificultades para mantener la concentración en el trabajo a causa de los pensamientos intrusivos y de los flashbacks. Quizás los amigos o la familia se mantengan alejados de ti porque no saben qué decir o cómo ayudar o porque hayas estado actuando de manera diferente y no sepan por qué. Tus emociones imprevisibles pueden hacer que te sientas fuera de control y que quieras aislarte. Puede que tu pareja se sienta rechazada porque has perdido interés en la intimidad, y que esto sea demasiado doloroso y desencadenante para ti. Estas son solo algunas de las formas en que pueden aparecer los síntomas.

¿Qué te hace ver que quieres curarte?

Curarse de una agresión sexual

Al optar por trabajar con miras a lograr la curación, estás eligiendo recuperar una parte herida de ti misma que ha sufrido una profunda violación y traición. La curación no siempre será fácil o sentará bien, pero si te aferras a ella, la recompensa será grande. Puede que te sientas segura en tu cuerpo; que vuelvas a sentirte tú misma; que recuperes tu enfoque y tu concentración; que recuperes tu sexualidad; que sientas la libertad de ser creativa, juguetona y espontánea; o que te sientas conectada a los demás, a la naturaleza y a la vida.

¿Cuáles son tus objetivos para la curación o el crecimiento? Tómate un momento para reflexionar y, a continuación, anótalos.

A medida que avances hacia estos objetivos, recuerda que este viaje es realmente un acto valiente de resiliencia, de desafío y de fuerza.

Soy una superviviente de agresión sexual que luchó durante años para encontrar las herramientas necesarias para sanar, y ello mientras el trauma me afectaba de forma sutil, y a veces no tan sutil, y moldeaba mis relaciones y mi vida. Pasé la veintena yendo de un lugar a otro, viajando a la menor oportunidad, en ocasiones incluso poniéndome en peligro a mí misma, hasta que me di cuenta de que había estado tratando de escapar desesperadamente de mi pasado y de mí misma. Pensé, como hacen muchos supervivientes: «Tiene que haber algo malo en mí». Junté algo de dinero y empecé a ver a una serie de terapeutas a lo largo de diecisiete años, durante los cuales me diagnosticaron depresión. Aparte de una breve mención de las agresiones sexuales como parte de la anamnesis, los traumas sexuales no se procesaron y permanecieron en su mayor parte apartados de mi conocimiento consciente, al tiempo que afectaban a mis decisiones vitales. Finalmente, el trauma se negó a ser ignorado y experimenté una serie de síntomas corporales, entre los que se incluían los desmayos, la disociación, los flashbacks y el vértigo. Mientras asistía a la escuela de posgrado, los flashbacks aumentaron, activando la falta de aliento con una dolorosa constricción en la garganta, temblores y lágrimas, u otras emociones intensas, y todo ello en cuestión de segundos, haciendo que me sintiera humillada y a menudo juzgada. Fue entonces cuando empecé a acceder y a acumular por mi cuenta las herramientas que necesitaba para sanar.

Es posible que no reconozcas los síntomas que he descrito porque los efectos del trauma difieren de una persona a otra. Sospecho que tienes una buena idea de cómo es el trauma para ti. Sin embargo, puede que no entiendas qué causa tus síntomas o cómo puedes curarte de ellos. Mi objetivo es ayudarte a reconocer patrones de sensaciones, de sentimientos y de pensamientos que surgen cuando empiezas a activarte o a sentirte abrumada, así como las herramientas y la información necesarias para ayudarte en tu curación.

Te invito a que hagas una pausa por un momento, a que pongas tus manos sobre el corazón o a que te des un abrazo a ti misma, y a que valides, reconozcas y elogies el hecho de haber iniciado este proceso. Permanece con este sentimiento un poco más mientras lo asimilas. Observa si tienes dificultades para absorberlo. De ser así, deja que una pequeña parte de este sentimiento entre en ti, aunque solo sea el 1%.

Qué es el trauma

El trauma es el resultado de la sobrecarga de tu sistema. No es cognitivo; es biológico. Tiene que ver con el miedo y con tu capacidad de afrontamiento. Cuando te enfrentas a una amenaza no hay tiempo para pensar; tus respuestas primarias son instintivas. Peter Levine, PhD, autor del libro pionero Curar el trauma, ha pasado más de cuarenta años estudiando el estrés y el trauma y es responsable de numerosos descubrimientos en el campo. Levine observó que un animal en la naturaleza se sacude instintivamente tras escapar de un acontecimiento que pone en peligro su vida, para así descargar la energía acumulada, y que luego sigue su camino como si nada hubiera pasado. Se dio cuenta de que, al igual que otros mamíferos, cuando se enfrenta a un acontecimiento abrumador, el cuerpo humano debe completar un proceso primitivo: prepararse para el evento, reaccionar a él y, a continuación, descargar la energía acumulada una vez que la amenaza ha pasado. El trauma se produce cuando este proceso se ve frustrado de algún modo, como cuando uno no puede reaccionar o descargar la energía acumulada una vez que ha pasado la amenaza.

Cuando te ves abrumada por una experiencia y careces de la capacidad para liberar por completo las sensaciones y las emociones que acompañan al acontecimiento traumático, la experiencia indigesta se acumula a nivel celular. En lugar de descargar las energías de la experiencia abrumadora a través de tu cuerpo, podrías tensarte, inhibirte o reprimirte. Puede que te sientas amenazada incluso cuando no estás en peligro, ya que el incidente se ve desencadenado por sensaciones corporales que se experimentan en el presente y que activan estados emocionales. De este modo, la experiencia del trauma no tiene que ver con el pasado. Tiene que ver con un cuerpo que sigue comportándose y organizándose como si la experiencia estuviera sucediendo en el presente.

¿Alguna vez te sientes amenazada aunque no estés en peligro? De ser así, describe un momento en que te haya sucedido esto.

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Cuando el trauma sobrepasa la capacidad de afrontamiento, sobre todo cuando se percibe como una amenaza para la vida ­–o cuando, efectivamente, supone una amenaza para la vida–, puede surgir el trastorno por estrés postraumático (TEPT). Aproximadamente el 50% de los supervivientes de agresiones sexuales desarrollan TEPT. Creo que las cifras son más altas, dado que las investigaciones no tienen en cuenta a las personas que lo desarrollan años después del trauma inicial. Que los síntomas aparezcan años después de la agresión o las agresiones puede resultar, en cierto modo, más desorientador. Tanto si aparece un mes más tarde como si lo hace varios años después, el TEPT es igual de perturbador y de devastador. La buena noticia es que la sanación es posible, y que nunca es demasiado tarde para comenzar el proceso.

Aunque no sintieras conscientemente que tu vida estaba en peligro, la mayoría de los supervivientes fueron preparados sistemáticamente para obedecer u obedecieron por miedo. Si has sido víctima de una agresión sexual, es posible que no sintieras que tu vida se veía amenazada; sin embargo, puede que dependieras del agresor para tu supervivencia. Si sobreviviste a una violación por un conocido, puede que no sintieras que tu vida corría un peligro inminente, puede que quedaras paralizada de terror por el shock de la traición. Esta paralización es una respuesta de supervivencia que a menudo conduce al TEPT, y ambos casos suponen para tu sistema nervioso una amenaza para la vida.

Hay muchos factores que contribuyen al grado de resiliencia de una persona y a que el TEPT se desarrolle después de un trauma, incluidas la capacidad y la oportunidad de haber tomado algún tipo de medidas durante el acontecimiento traumático sin exponerse a un mayor riesgo de correr peligro. La herencia genética (fortalezas del carácter y rasgos), el trauma intergeneracional (trauma transmitido en el ADN desde los antepasados más recientes), el trauma del desarrollo (TEPT-C), el trauma complejo (experiencias repetidas y prolongadas de traumas interpersonales), y la opresión (exclusión o marginación sociocultural, institucional, y/o económica) contribuyen a cuán resiliente eres. Puedes observar que cada ítem queda en gran medida fuera de tu control. Dicho con otras palabras, de ninguna manera tienes la culpa de sufrir los síntomas del trauma o del TEPT. No eres ni fuiste culpable, porque no tuviste elección. Afortunadamente, ahora puedes elegir qué medidas vas a tomar para sanar.

Respira hondo y despacio unas cuantas veces, y sé consciente de que no hay que avergonzarse del trauma o de un diagnóstico de TEPT. No tiene por qué ser una cadena perpetua. Con el tratamiento adecuado, los síntomas pueden mejorar o curarse por completo. Si sospechas que padeces un TEPT o experimentas síntomas inmanejables, es importante que busques apoyo adicional (en caso de ser posible) por parte de un psicoterapeuta, de un psicólogo o de un psiquiatra capacitado. Dado que los problemas psicológicos son inseparables de lo que ocurre en tu cuerpo, los ejercicios de este libro pueden ser un aspecto importante de tu tratamiento general. Si acudes a counseling, te recomiendo que hables de este cuaderno de trabajo con tu terapeuta.

¿Cómo saber si estás a salvo?

Nos convertimos en víctimas cuando se nos quita la posibilidad de elegir. Si fuiste víctima de abusos o agresiones, tu propia supervivencia se vio amenazada. No viste o no pudiste encontrar una salida física o psicológica, un camino hacia la seguridad. De haber podido escapar de la situación y evitar el abuso, lo habrías hecho. No tienes la culpa porque no pudiste evitar lo que te sucedió. La realidad es que, si eres una superviviente, es porque te viste amenazada, manipulada, coaccionada o forzada a sufrir un abuso sexual, incluso si el perpetrador era alguien que decía amarte. Ahora, al comenzar conscientemente el proceso de sanación, estás afirmando o reclamando una elección empoderada.

Después de sufrir esta devastadora violación y traición, sentirte a salvo constituye, comprensiblemente, todo un reto. Si sufriste abusos sexuales en la infancia, puede que hayas perdido la sensación de seguridad o que nunca la hayas desarrollado del todo. Si eres una superviviente adulta, puede que ya no tengas acceso a una sensación sentida de seguridad. Como resultado de ello, es posible, e incluso probable, que estés a salvo pero que sientas que no lo estás. Por el contrario, si no conoces las señales y te resulta familiar la sensación de «no sentirte a salvo», es posible que te encuentres en una situación insegura, pero sientas que estás a salvo.

A pesar de la demoledora traición, necesitas desarrollar o reconectar con una sensación de seguridad para avanzar hacia la curación. Sin una sensación de seguridad, podrías quedar atascada en el modo de supervivencia y ser incapaz de acceder a la plenitud de lo que eres, a tu expresión creativa, a tu capacidad de asumir nuevos desafíos y crecer, y a tu sentido de conexión con los demás y con toda la vida.

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