La palabra serena del libro

La palabra serena del libro

M? Victoria Trivino

En un tiempo de superficialidad en que las palabras se precipitan, se empujan unas a otras hacia el olvido, se confunden por querer ser novedosas, y dichas a medias atraen desdichas, busco la palabra serena que vive sosegada en los libros.

Busco hoy la palabra autorizada de los Padres de la Iglesia. Hijos de martires, unos; hijos de paganos otros. Buscadores todos de Verdad y de Luz.

Me conmueve la confesión de San Basilio el Grande bautizado en la edad adulta: “Después de consagrarme mucho tiempo a la vanidad y pasar gran parte de mi juventud en trabajos vanos, contemplé la maravillosa luz del Evangelio. Lloré amargamente mi desdichada vida y pedi un guia que me iniciase en los principios de la piedad”.

Sintiendo en vanidad se ocupó en trabajos vanos hasta hallar, en las paginas blancas del Evangelio, “la maravillosa luz”. Lavó con lagrimas su vida vana, y abrió las puertas de su alma a la Luz. Recibió el Bautismo y buscó un guia para avanzar con seguridad por el camino de la piedad.

 

Sea largo o breve el tiempo gastado en la vanidad ?cuantas historias de hoy podrian comenzar con las palabras de Basilio! Parece feliz la vida agitada, empujada por la fantasia de la prisa que crea el consumo, pero no lo es. Va dejando abandonos y rupturas sin retorno, hasta que las lagrimas, o le efusión de Luz, abren la mente al Evangelio.

Cuando se enciende un fuego nuevo en el hondón del alma, la vida toda recibe sentido y vislumbra la plenitud. Se descubre entonces que se puede vivir sin prisa, porque se puede ser feliz con poco, como los lirios del campo y las aves del cielo. Se aprende a escuchar y comprender, a esperar y perdonar. Se recibe la alegria que nadie puede robar y se puede regalar la Paz y el Bien como lo hizo Francisco de Asis y la virgen Clara. Ellos bebieron de las fuentes de los Padres y abrieron manantiales de felicidad.

Sirios, romanos, griegos, judios, arabes… procedentes de diversos paises y razas, ilustres filósofos, historiadores, teólogos, poetas, musicos…, los Padres hablan el mismo lenguaje del Espiritu que yo puedo comprender y hacer mio. Un lenguaje que puedo reconocer en las gentes de hoy que han hallado la Luz del Evangelio. Y la Luz es Jesucristo, él lo dijo con autoridad divina: “Yo soy la Luz del mundo…” (Jn 8,12)

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