Me aburro

Hacía un día de sol estupendo. Después de una semana en la que casi no había parado de llover, se agradecía de nuevo esa luz. Marquitos miraba el cielo raso desde la ventana del salón, mientras sostenía aun en la mano el mando de la consola. Su padre salió del despacho hacia la cocina para beber agua y, cuando pasó delante de él, oyó la temida frase:

—     Papi, me aburro.

No le hizo caso y volvió a su despacho. Sabía que su hijo tenía a su disposición la consola, la tele, la Tablet y todo tipo de juguetes: balones, raquetas, juegos de mesa y de construcción. Era imposible, pensaba, que entre tanto para elegir no hubiese algo que le divirtiera. Siguió trabajando, porque quería terminar antes del almuerzo, ya que los sábados, incluso cuando le tocaba tener a Marcos, no perdonaba la partida de cartas de después de comer con los de siempre. No llevaba ni cinco minutos encerrado en el despacho, cuando Marquitos abrió la puerta y dijo:

—     Papi, me aburro.

—     Juega a algo.

—     ¿Cuándo vas a terminar?

—     Todavía me queda un buen rato —respondió el padre, ya con poca paciencia.

—     Si es que ya he jugado a todo y me aburro.

—     Pues haz un experimento, o explora algo, pero déjame terminar esto.

Marquitos cerró la puerta del despacho. No era consciente de que lo que sentía no era aburrimiento. Él lo que quería era estar con su padre, aunque no sabía expresarlo así. Pero como era un niño muy obediente, decidió hacer caso. Fue a la cocina y se encerró en ella. Y desde luego hizo algunos experimentos. Recordó que en uno de sus programas preferidos un niño había echado todos los huevos que había en el frigorífico y un kilo de harina y otro de azúcar en una ensaladera, se dio cuenta de que la masa estaba tan dura que no había forma de moverla.

Si se hubiera mirado en el espejo se habría dado cuenta de que no sólo tenia las manos, los brazos y toda la ropa blanca por la harina, sino que su cara parecía la de un fantasma, o que llevara una especie de curioso disfraz para Halloween.

Como la masa de las tortitas no acababa de salirle, siguió con los experimentos y probó a hacer batido de frutas. Echó en el vaso de la batidora una manzana, tres plátanos, muchas fresas y cinco mandarinas (todo con su piel), y cuando añadió la leche y encendió la batidora sin taparla, en la cocina hubo fuegos artificiales de fruta.

Para cuando logró apagarla, la batidora ya estaba completamente vacía, y su anterior contenido frutal chorreaba alegremente por los muebles, el techo y el suelo. Cuando entró su padre se quedo petrificado, aunque supo darse cuenta de que no había estado pendiente de su hijo.

Después, mientras lo preparaba para meterlo en la ducha, consciente de que iba a llegar muy tarde a la partida, Marquitos se comía algunos trozos de fresa que tenía en el pelo. Su padre lo miró y pensó que no lo estaba haciendo bien, que su hijo necesitaba algo distinto, así que le dijo:

—     Marquitos, ¿qué tal si después de comer nos quedamos aquí y vemos una peli juntos en el sofá?

A Marcos le encantó la idea, pues poder estar con su padre, haciendo cualquier cosa, era lo que mas ilusión le hacia. Y, por supuesto, no se aburrió ni un instante.

Aburrimiento: Me aburro. Eugenio Maqueda y Juan Lucas Onieva

Preguntas y actividades

1. El aburrimiento aparece cuando no hay cosas que nos interesan. En un papel haz tres columnas, y en la primera escribe en qué momentos o circunstancias te sientes verdaderamente aburrido. 
2. En la segunda columna añade dónde querrías estar.
3. En la tercera, escribe el nombre de las personas que te gustaría que te acompañaran y qué desearías hacer con ellas.
4. Si el aburrimiento fuera una enfermedad y la diversión su cura, escribe una receta médica para el paciente que sufra de “aburrimiento agudo”. 
5. ¿Qué cosas interesantes te suele gustar hacer, ver o escuchar? ¿Prefieres hacerlas a solas o en compañía? ¿En este ultimo caso, con quién?

   

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