El futuro de la religión

El futuro de la religión

José M? Castillo

Seria necesario estar ciegos para no darnos cuenta de que la religión se bate en retirada y poco a poco se va debilitando mas y mas. Las gentes, las instituciones y la sociedad en general se desentienden progresivamente del hecho religioso, cosa que, por otra parte, se ve cada dia con mas naturalidad. Sin ir mas lejos, cuando escribo este texto, nos acabamos de enterar que el nuevo rey de Espana, Felipe VI, sera proclamado jefe del estado espanol probablemente sin juramento, sin misa, sin crucifijo, sin obispo alguno que se asome por el parlamento laico que corresponde a la vigente Constitución aconfesional y laica también. O sea, el nuevo rey de Espana llegara a reinar desde la laicidad y en la condición laica mas incondicional. Teniendo en cuenta que lo mas sorprendente es que, en la católica Espana, la sociedad (o grupos significativos en ella) no han puesto el grito en el cielo ante esta postura, tan laicamente consecuente como provocativa (para algunos), del nuevo monarca.

 

?Nos acercamos, de manera inexorable, al final de la religión? Me parece enteramente razonable el certero juicio de Walter Burkert, uno de los estudiosos de la historia del hecho religioso mas lucidos y mejor documentados de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI. El punto de vista del sabio profesor de la universidad de Zurich es muy claro: “Los contenidos y las perspectivas de la religión siguen siendo totalmente problematicos, y también fascinantes. Aun en un mundo dominado por la tecnologia autocreada, los humanos no aceptaran con facilidad que las construcciones de sentido que se extienden hacia lo invisible no son otra cosa que proyecciones creadas por nosotros mismos, y que del universo que nos rodea no se perciben mas senales que las irregularidades resonantes del primer “big bang” (La creación de lo sagrado, Barcelona, 2012, p. 307).

 

Efectivamente, de una parte, estamos viendo por todas partes y de mil maneras el desinterés, el abandono, las resistencias y hasta el rechazo, que tanta gente manifiesta en todo cuanto se refiere al hecho religioso. Pero, de otra parte, también es cierto que son incontables los ciudadanos que no acaban de despegarse por completo de ese hecho, ya sea en lo mas profundo del fenómeno religioso, que es Dios mismo; ya sea en las multiples y, a veces, contradictorias manifestaciones con las que se nos suele presentar ese fenómeno. De ahi, las muchas preguntas sin respuesta que ha de afrontar quien se plantea (con toda sinceridad) el problema que hoy nos presenta “el futuro de la religión”.

 

Pues bien, a quienes (de una manera o de otra, por un motivo o por otro) tienen el coraje de afrontar hoy en serio el problema de la religión y su futuro, me permito indicarles que seguramente en la lectura sosegada y sin prejuicios de los evangelios van a encontrar una luz sorprendente para hallar la debida respuesta que demandan sus preguntas. Me explico.

 

Cuando se habla de los evangelios, la gente suele pensar que nos estamos refiriendo a libros de religión. Sin embargo, cuando este asunto se analiza mas de cerca, y procurando liberarse de lo que siempre se nos ha dicho en catequesis y sermones, enseguida se advierte algo que a cualquiera le llama la atención. Me refiero, ante todo, a lo mas simple: en los evangelios no aparece ni una sola vez la palabra “religión” (threskeia), que significa “culto sagrado de observancias rituales”. Esto, ni se menciona en el Evangelio. Es verdad que, en muy contadas ocasiones, los evangelios hablan de “dar culto” (latreia), pero tal término se utiliza para referirse a la religión judia (Lc 1, 74; 2, 37) o en algun caso lo utiliza Jesus para quitarse de encima las tentaciones de Satanas (Mt 4, 10; Lc 4, 8; cf. Dt 6, 13). Y si es que nos referimos a la “piedad” (eusebeia), en tal caso se trata del “culto vacio” que los judios observantes le ofrecian a Dios mediante el cumplimiento de rituales que Dios detesta (Mc 7, 7; Mt 15, 9; cf. Is 29, 13). El Evangelio, pues, o no habla de la religión; o se refiere a ella co expresiones que provocan, por lo menos, recelo o sospecha.

 

Pero no es esto lo mas elocuente. Lo que mas da que pensar, leyendo los evangelios de comienzo a fin, es que en ellos se nos presenta – utilizando diversas formas literarias o géneros literarios – es el Bios o “proyecto de vida” de un modesto galileo, del siglo primero, Jesus de Nazaret, que hizo y dijo tales cosas, que enseguida aquel hombre empezó a ejercer una potente atracción sobre las gentes de condición social mas humilde en la Palestina de aquel tiempo. Pero de tal forma que, en la misma medida en que resultaba enormemente atractivo para las gentes mas desgraciadas de aquella sociedad, en esa misma medida desencadenó sospechas, recelos y sobre todo un creciente rechazo en las autoridades religiosas. Una situación que llegó hasta el extremo de que fueron precisamente los dirigentes de la religión y los responsables del templo los que finalmente apresaron a Jesus y lo condenaron a morir con la forma de muerte mas violenta y degradante que existia en aquellos tiempos, la muerte en cruz, que era la muerte de los llamados lestai (Flavio Josefo), los agitadores y subversivos contra el orden establecido.

 

De ahi, la gran pregunta que suscita el Evangelio. ?Cómo podemos decir tranquilamente que fundó una religión un hombre que fue rechazado y perseguido hasta la muerte precisamente por la religión?

 

Esta pregunta suscita nuevas e inquietantes cuestiones que son de enorme actualidad. Esta bien demostrado que la religión es generalmente aceptada como un sistema de rangos, que implica dependencia, sumisión y subordinación a superiores invisibles. Pero sabemos que los superiores invisibles mas sublimes se hacen visibles en hombres de carne y hueso, que ascienden al poder y lo ejercen en nombre de la religión y a través de ella.

 

Ahora bien, desde el momento en que “Evangelio” y “religión” se han fundido en una sola cosa, hasta confundirse mutuamente en la conciencia y en la mentalidad de mucha gente, el resultado ha sido un desastre. Porque de ahi ha nacido la incapacidad, y hasta la imposibilidad, para entender el Evangelio. Y esto ha sucedido asi, por la sencilla razón de que, con frecuencia, presentamos el Evangelio e intentamos explicarlo desde aquello con lo que precisamente se enfrentó el Evangelio. Asi, no hay manera de poner cada cosa en su sitio. Hasta el punto de que, en nombre del Evangelio, hacemos lo que expresamente prohibe el Evangelio. Y procedemos asi porque asi lo manda la religión. La confusión es asombrosa. Y mas asombrosa es la naturalidad con que vemos y hacemos estas cosas, como “lo mas natural del mundo”, como “lo que tiene que ser”.

 

Pues bien, estando asi las cosas, he escrito este libro, La laicidad del Evangelio, para senalar un punto de partida, una primera publicación (a la que espero seguiran otras), para desentranar, en la medida de lo posible, la razón de ser, la naturaleza y las consecuencias de un hecho que a casi todos nos ha oscurecido el Evangelio, hasta el extremo de hacernos casi imposible conocer su mensaje y poder transmitirlo a los demas.

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