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Como es bien sabido, los cuatro Evangelios no son otra cosa que una recopilación de breves relatos que nos explican en qué consistió y cómo se realizó la “humanización de Dios” en aquel modesto y sencillo galileo, de hace casi dos mil años, que fue Jesús de Nazaret. Teniendo en cuenta que los relatos, que propone el Evangelio, no son solamente breves crónicas que reproducen lo que vieron o quizá oyeron las mujeres y los hombres que asistieron a lo que sucedió en la vida de Jesús. No. Los Evangelios no son meros “recuerdos de hechos” que unos “testigos” nos relatan. Además de eso –y antes que eso– los Evangelios recogen las “experiencias de seguidores” que los discípulos de Jesús nos transmiten. No es lo mismo el ojo que la mirada. Por eso, las “experiencias” que contienen y comunican los Evangelios son los “centinelas del horizonte” último de “lo humano”, que señalan el camino al Trascendente.
Como es bien sabido, los cuatro Evangelios no son otra cosa que una recopilación de breves relatos que nos explican en qué consistió y cómo se realizó la “humanización de Dios” en aquel modesto y sencillo galileo, de hace casi dos mil años, que fue Jesús de Nazaret.