La Terapia Basada en la Mentalización (MBT): comprender la mente para transformar la práctica clínica

La Terapia Basada en la Mentalización (MBT) se ha convertido en uno de los modelos psicoterapéuticos más influyentes y respaldados por la evidencia científica. Con la publicación en español de la Guía Cambridge de Tratamiento Basado en la Mentalización (Editorial Desclée De Brouwer, 2025), los psicólogos hispanohablantes disponen por fin del manual de referencia que reúne tres décadas de desarrollo clínico, teórico y empírico de este enfoque.
Comprender la mente: el núcleo del cambio psicológico
Desarrollado por Anthony Bateman y Peter Fonagy, el MBT surgió en los años noventa como respuesta a la falta de eficacia de los tratamientos existentes para el trastorno límite de la personalidad (TLP). Los autores observaron que muchos pacientes no lograban beneficiarse de la terapia porque, en los momentos de mayor carga emocional, perdían la capacidad de entender su propia mente y la de los demás.
La hipótesis fue tan sencilla como poderosa: cuando mentalizamos mal, sufrimos más. Restaurar la capacidad de reflexionar sobre pensamientos, emociones y deseos se convirtió, entonces, en el objetivo central del tratamiento. Hoy sabemos que esta pérdida de la mentalización no es exclusiva del TLP, sino un fenómeno común a muchos trastornos mentales. Por eso, el MBT se ha consolidado como un modelo transdiagnóstico, aplicable a la depresión, la ansiedad, la psicosis, el trauma o los trastornos alimentarios.
Mentalizar significa reconocer que las conductas tienen un sentido interno y que nuestras percepciones pueden estar sesgadas por la emoción. En terapia, esto se traduce en ayudar al paciente a pensar sobre sus propios estados mentales y los de los demás, especialmente en los momentos de estrés.
El terapeuta MBT adopta una postura de curiosidad genuina y humildad clínica, más interesado en explorar que en interpretar. No se trata de decir al paciente lo que siente o por qué actúa, sino de pensar juntos, con empatía y precisión. Ese proceso genera confianza epistémica, la disposición a aprender de la experiencia interpersonal, base del cambio psicológico duradero. Como señalan los autores, el MBT no enseña qué pensar, sino cómo pensar sobre los pensamientos, devolviendo a las personas su sentido de agencia y conexión social.
Evidencia y expansión
Las investigaciones coordinadas por Bateman y Fonagy demostraron que el MBT reduce significativamente los intentos de suicidio, las autolesiones, las hospitalizaciones y la sintomatología general en el TLP, con mejoras mantenidas a ocho años. Metaanálisis recientes confirman su eficacia en diversos contextos clínicos y culturales.
La nueva guía recopila esta evidencia y ofrece un marco claro y accesible para el clínico, con orientaciones paso a paso para la práctica individual y grupal, así como adaptaciones para niños, adolescentes, familias, parejas y contextos de urgencia. Su estructura práctica, con ejemplos clínicos y formulaciones detalladas, convierte el texto en una auténtica herramienta de formación avanzada.
Una brújula terapéutica contemporánea
El MBT ha trascendido su origen psicodinámico para integrarse con otras corrientes —cognitivo-conductual, sistémica o humanista— como un lenguaje común para la psicoterapia relacional. En lugar de preguntar “¿qué técnica uso?”, el terapeuta se pregunta “¿estamos mentalizando?”. Este cambio de perspectiva devuelve la psicoterapia a su esencia: el encuentro entre dos mentes que buscan comprenderse. Mentalizar se convierte así no solo en una habilidad clínica, sino en una actitud ética: reconocer la opacidad del otro, tolerar la incertidumbre y confiar en la capacidad humana de construir significado compartido.
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