HISTORIAS DE VIDA DE FAMILIAS ACOGEDORAS

HISTORIAS DE VIDA DE FAMILIAS ACOGEDORAS

Querido lector:
Este libro forma parte de la campaña “Ningún menor sin familia”, promovida por la Fundación Acrescere, para informar y sensibilizar a la población española acerca de una realidad poco conocida, los miles y miles de niños que viven, años y años, en centros o instituciones de nuestro país. La Fundación tiene por finalidad contribuir a que los menores, niños y adolescentes, que se encuentran bajo la tutela o la guarda de las Comunidades Autónomas, puedan crecer, en lugar de en esos centros, en el seno de una familia que los adopte o acoja, para así desarrollar todas sus potencialidades y capacidades.

La historia de María: “Llegar a sonreír al despertar”. Con ella y otras cinco historias de vida, la autora Pepa Horno Goicoechea quiere dar una visión realista del acogimiento en su libro “Elegir la vida”.

“Porque este libro habla de eso, del amor, de dar una oportunidad de vida a quien no la tiene, de crecer como persona, como familia y como comunidad. Y de los miedos y riesgos que todo eso implica”

MARIA: LLEGAR A SONREIR AL DESPERTAR

Datos generales:

  • Tipo de acogimiento: permanente.

  • Edad actual: 9 años.

  • Edad al comienzo del acogimiento: 7 años.

  • Composición familiar: padres y tres hijos biológicos de 23, 20 y 16 años.

  • Situación laboral de los padres: ambos trabajando a jornada completa.

  • Experiencia previa de acogimiento: ninguna.

  • Cómo conocieron el acogimiento: por medios de comunicación.

Hay un momento mágico, un instante único para su madre. El despertar de cada mañana. María tuvo al principio problemas para dormir. Tenia pesadillas, terrores, insomnio. Había que arroparla muy fuerte. Ya hace un tiempo que las noches son tranquilas. Pero al notar la caricia con la que su madre suele despertarla, María parece volver de muy lejos, de lugares que no parecen darle paz. Hasta que despierta lo suficiente para saber dónde esta. Y entonces su rostro se ilumina y una sonrisa aparece imparable. Para decir: “No es un sueño, es verdad, estoy aquí”. Y en ese momento su madre, su padre, sus hermanos saben por qué mereció la pena.

María lleva dos años con su familia de acogida, llegó cuanto tenia siete años y aun no se cree del todo que vaya a quedarse. Todos lo saben, lo viven, lo paladean. La ven esforzarse en ganarse su lugar en su familia. Ella estuvo en un centro desde los dos años con uno de sus hermanos biológicos, del que también le separaron cuando a éste le tocó pasar a un centro de mayores. Ahora lo ve junto a sus padres biológicos en las visitas de cada mes.

Cuando les preguntan por qué acogieron a María, por qué pasaron por ese proceso en el que les removieron las entrañas poniendo a prueba y cuestionando sus valores de vida, contestan simplemente: “porque podíamos”. Habían conocido los acogimientos hace muchos años, y lo dejaron en barbecho. Tenían tres hijos, los dos trabajaban y plantearse acoger suponía complicarse mucho la vida. Por eso decidieron delimitar bien el ofrecimiento, no ofrecerse para acogimientos con necesidades especiales.

Para la madre fue un proyecto largamente acariciado. Ella había conocido en su trabajo una mujer que había acogido tres niños tutelados por la Comunidad de Madrid. Hasta que llegó a los cincuenta, y tuvo una contractura muy fuerte y dijo “O lo hacemos ahora o no lo hacemos”. Lo compartió con su pareja, y fue él quien dio los pasos para ir concretándolo, recogiendo la documentación. Vieron además un programa de televisión sobre el tema y a partir de ahí fue todo muy rápido. Luego se lo plantearon a sus hijos, como un proyecto de pareja, pero que al ser parte de toda la familia, no podían hacerlo sin su acuerdo. Ellos estuvieron de acuerdo. Y luego se ha mantenido ese planteamiento: son los padres los que han asumido los cuidados, la atención y la constancia, y los hermanos mayores los han apoyado y acompañado. Los hermanos mayores reconocen que nunca han cargado sobre ellos la crianza de María.

Su entorno reaccionó muy bien. Las familias de ambos los han apoyado. Y en los amigos, el colegio y la comunidad, la frase más repetida es “A mi también me gustaría”, pero cuando ellos dicen “Pues te paso información, o te cuento los niños que hay”…entonces llegan los balones fuera. Se sonríen al comprobar esa admiración hacia lo que han hecho y el desconocimiento general que hay sobre los acogimientos. La mayoría de la gente en su entorno no sabía que se pudiera hacer.

Su proceso fue rápido, cuando acabaron la formación no pasaron ni tres semanas antes de que les llamaran. Se les hizo muy corto. Al contrario que el mes de junio en el que mantuvieron la fase de adaptación y que se les hizo eterno. Las visitas desde su casa al centro que dista muchos kilómetros, el mareo de María en el coche…

Recuerdan de sobra el vestido de flores que llevaba puesto María, o los zapatos que no quiso llevarse de allí cuando se marcharon juntos. Ahora no quiere flores, ni lazos, ni nada, ni el pelo largo. Le llevaron un álbum de su familia, fueron a comer un sándwich al Rodilla y pasaron la tarde juntos. Sus hijos fueron incorporándose a las visitas poco a poco. Y le fueron comprando ropa para su casa, aquel primer pijama, la colcha que pidió de Bob Esponja. Luego vinieron los fines de semana, el ir a su fiesta de fin de curso porque acababa el curso y a la vuelta de verano ya viviría con ellos e iría a otro cole.




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