LAS 7 TAREAS ESPIRITUALES DEL DUELO

LAS 7 TAREAS ESPIRITUALES DEL DUELO

La psicología ha hecho su camino y, como ciencia joven, ha encontrado en el duelo un espacio de interés y de humanización. Por eso contamos hoy con diferentes modelos interpretativos y autores de referencia que subrayan distintos aspectos que permiten comprender y acompañar en el duelo, particularmente para evitar su complicación.

Cuando hablamos de espiritualidad, nos referimos a esa dimensión inherente a todo ser humano, que no se agota en la religiosidad. La dimensión espiritual o trascendente deriva del impulso humano intrínseco de encontrar un significado y un deseo casi universal de lograr un cierto sentido a la propia vida en relación con otras personas y el mundo. Esta engloba los aspectos de la experiencia de cada persona, de sus creencias y de sus relaciones que tienen una importancia inherente y una conexión sentida con algo mayor en lo que se puede creer.

“Pensar en el duelo de manera dinámica, viendo al doliente como sujeto y no solo como víctima o pasivo ante la pérdida” (pág. 11)

Aceptar la realidad de la pérdida

La primera tarea consiste en aceptar la realidad de la pérdida, su carácter de irreversibilidad, la imposibilidad del reencuentro, superar los mecanismos de negación propios del pensamiento mágico, o aquellos que niegan el significado de la pérdida. Aceptar supone también superar el olvido selectivo que idealiza, dejar de lado las ofertas del espiritismo.

Elaborar el dolor de la pérdida

La segunda tarea consiste en elaborar el dolor de la pérdida, dando expresión a los sentimientos que produce. “Es necesario que la persona sufra el dolor de la pérdida para realizar el trabajo del duelo; cabe esperar que cualquier cosa que le permita evitar o suprimir ese dolor prolongue el curso del duelo”.

“Tarde o temprano, algunos de los que evitan todo duelo consciente se vienen abajo, casi siempre con alguna forma de depresión”.

Adaptarse al mundo sin el fallecido

La tercera tarea consiste en adaptarse al mundo sin el fallecido. Worden, en la evolución de este modelo, describe tres tipos de adaptaciones: las externas, las internas y las espirituales.

Las externas comportan desmontar los lugares, elaborar el mundo de los roles que desempeñaba el ser querido. Pero también hay tareas de adaptación de naturaleza interna, que tienen que ver con la definición que el doliente hace de si mismo, en la que hay que redefinirse sin el ser querido, independiente, promoviendo las características de un sano desapego y reforzando la sensación de eficacia personal, con capacidad de controlar y gestionar lo que sucede, a pesar de los sentimientos de impotencia y empobrecimiento personal. Se trata de una manera de reaprender y reconstruir una nueva identidad del superviviente. Y un tercer tipo de adaptaciones, son las espirituales, ante la sensación de la pérdida de bases valóricas y del rumbo de la vida. Se trata de asumir roles y metas que en la vida no se tenían.

Hallar una conexión perdurable con el fallecido y embarcarse en una vida nueva

La cuarta tarea consiste en hallar una conexión perdurable con el fallecido y embarcarse en una vida nueva. Se trata más que desvincularse del fallecido, de establecer unos vínculos con él nuevos, encontrando maneras de recordar, recolocándolo en la vida emocional de modo que permita llevar una vida eficaz.

“El concepto de tarea tiene su interés, y refuerza la idea del trabajo de duelo. Implica que la persona debe ser activa y que puede hacer algo” (pág. 11)

Pasado, presente y futuro, se convertirán en los tres vectores desde los cuales describir el trabajo del duelo que, centrándose fundamentalmente en la dimensión psicológica, ya hablan de tareas.

Miraremos al pasado, donde identificaremos la tarea de recordar sanamente y perdonar lo que esté pendiente, llegando a agradecer la vida compartida y los dones de la persona querida.

En cuanto al presente, levantaremos acta de la tarea de celebrar y ritualizar el presente, gestionando las preguntas por el sentido, realizando ritos individuales y comunitarios que humanicen el final y el duelo después de la muerte. También consideraremos la importancia de aceptar sanamente la herencia y el legado del fallecido.

Y en cuanto al futuro identificaremos, en primer lugar, la tarea de cultivar el dinamismo de la esperanza, propio del ser humano y, tanto mas, doliente. Presentaremos también el trabajo de salir de si y pensar y vivir en clave solidaria y creativa, para poder atravesar el duelo en clave resiliente.

Estas páginas presentan las tareas, el trabajo del duelo, de naturaleza espiritual.




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