MENTALIZANDO EMOCIONES

MENTALIZANDO EMOCIONES

Las emociones no son estados teóricos separados; abordan una preocupación práctica desde una perspectiva personal e interesada. —Aaron Ben-Ze’ev, «The Logic of Emotions»

A menudo no sabemos lo que sentimos. Esta observación, simple pero llamativa, se ha dado por sentada en la proliferante literatura sobre las emociones. Por supuesto, esto no quiere decir que ignoremos siempre nuestros sentimientos o que no podamos avanzar en la dirección del saber y usar nuestras emociones de manera efectiva. Solo sugiere que el significado o los significados de nuestras emociones eluden incluso nuestro mejor esfuerzo por entenderlas. Además, no hay ninguna garantía de que nuestras evaluaciones sean precisas o de que no estemos retroactivamente razones para justificar nuestras emociones. El hecho de reconocer que no sabemos del todo lo que sentimos resulta crucial, ya que fomenta la cautela y la humildad en la forma en que construimos nuestro potencial para la “inteligencia emocional” o la “regulación de las emociones”. La experiencia de no conocer nuestros sentimientos es una parte cotidiana de nuestras vidas, y, sin duda alguna, no solo es cierta para el subconjunto de la humanidad que acude a la psicoterapia.

Como veremos en el capítulo 1, he introducido el término «emociones aporéticas» para denominar la experiencia de las emociones que habitan dentro de nosotros como estados mentales oscuros, desconcertantes o confusos. El círculo socrático es intencional, dado que sostengo que es mejor saber que no sabemos que pensar que sabemos (y estar equivocados) o saber de una manera fácil. Cuando se trata de las emociones, resulta difícil escapar de la tierra situada entre la ignorancia y el conocimiento. Sin embargo, mi estudio se centrará en el desafío que supone comprometernos con las emociones aporéticas y, potencialmente, ir más allá de ellas identificando, modulando y expresando las emociones.

Mi respuesta completa a cómo podría ser posible trascender las emociones aporéticas es esta: mentalizándolas. La mentalización, un concepto de creciente importancia en filosofía y en muchas subdisciplinas de la psicología, denota que la mente interpreta la realidad y emplea las habilidades que producen la comprensión de uno mismo y de los demás. La mentalización, derivada de diversas fuentes que explicaré en el capítulo 4, ha sido tomada en el psicoanálisis como una nueva forma de captar la importancia que tiene la relación o alianza terapéutica. Los terapeutas mentalizan sobre los estados mentales de sus pacientes y les invitan a mentalizar sobre sus propios estados mentales y sobre los de los demás (incluidos los de sus terapeutas). Como argumentaré, la mentalización representa una glosa única de la acción terapéutica y los objetivos de la psicoterapia.

El éxito en la psicoterapia depende de la mejora de la capacidad de mentalizar de los pacientes. De hecho, toda la psicoterapia se reduce a un proyecto de dos mentes que se involucran entre si y que tratan de encontrar sentido juntas. La mentalización se basa en una variedad de habilidades que pueden cultivarse en la terapia; fomenta una forma duradera de negociar la vida y las relaciones, y, allí donde existe el sufrimiento, de afrontarlo de manera óptima. La mentalización altera el objetivo tradicional de la psicoterapia, alejándolo del autoconocimiento o del cambio conductual. En lugar de esto, el ideal terapéutico es que los pacientes trabajen en la comunicación, valorando la contribución de los demás y mostrándose vulnerables a la hora de revelarse. La confianza epistémica –la capacidad de los bebés para confiar en aprender de sus cuidadores–, y la vigilancia epistémica –la capacidad de los niños pequeños para discernir en quién confiar–, son necesarias para que surja una comunicación basada en la valoración de la veracidad. La mentalización es similar a la apertura mental, en la que mantenemos una inversión activa y falible en la reevaluación de nosotros mismos y de los demás, del pasado y del presente.

La afectividad mentalizada es el aspecto especifico de la mentalización que más relación guarda con la psicoterapia. Tiene cierto parentesco con la «regulación emocional», pero hace hincapié en que las emociones están mediadas por el prisma de la memoria autobiográfica. La fuente de la afectividad mentalizada tiene sus raíces en la curiosidad, en el deseo de comprender cómo el pasado y la identidad de uno informan su experiencia emocional, y su fruto se manifiesta en el amor a la verdad, o veracidad, en el deseo de enfrentarse a uno mismo y a los demás con la mayor honestidad posible. Al impulsarnos a dar sentido a nuestra experiencia emocional actual a la luz de la memoria autobiográfica, la afectividad mentalizada nos proporciona una perspectiva critica desde la que podemos observarnos, cuestionarnos y reformarnos, en la medida en que eso sea posible.

 

Jurist aporta claridad al área turbia de la fenomenología del afecto. Explica el valor e identifica un planteamiento coherente para el enfoque terapéutico de la emoción. Este extraordinario trabajo permite tanto al terapeuta como al paciente aprovechar el poder del afecto para impulsar cambios en el pensamiento y la conducta. - Doctor Peter Fonagy, University College London.

El alcance de Jurist es impresionantemente amplio, y encarna al profesor que todos desearíamos haber tenido: uno que fascina a la vez que educa. - Glen O. Gabbard, Baylor College of Medicine




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