EL PULSO DEL COTIDIANO

EL PULSO DEL COTIDIANO

Una vez abierto, despierto y sensibilizado el sentido que interiormente nos permite oír y percibir el pulso del cotidiano, la vida diaria adquiere un nuevo significado, un sentido diferente, viviéndose con y desde una profundidad tan desconocida como real.

Todo cuanto se contiene en estas páginas está dirigido a despertar y desarrollar el órgano receptivo básico con el que acceder al pulso de todo lo cotidiano. No se trata de un órgano físico identificable espacialmente, como puedan serlo el oído o el ojo. Este órgano receptivo básico es más bien una actitud especial que da forma a una nueva «visión» que permite, a su vez, ver, encontrarse con lo «no visible» en lo visible, con lo «no tangible» en lo palpable y concreto. Adquirir, mantener y cultivar esta actitud es el sentido o finalidad básica y esencial de este libro. En él se reconoce y eleva lo cotidiano como ámbito supremo de ejercitación: el tejido de las relaciones creativas, con todo lo que nos rodea y afecta, es, a mi modo de ver, la tarea. Una tarea esencial, siempre permanente y nunca acabada; la tarea por excelencia.

Una vez abierto, despierto y sensibilizado el sentido que interiormente nos permite oír y percibir el pulso del cotidiano, la vida diaria adquiere un nuevo significado, un sentido diferente, viviéndose con y desde una profundidad tan desconocida como real.

Es precisa una disposición interior para permanecer constantemente en una actitud de apertura a dicho pulso. Esa especial sensibilidad a la pulsación en todo lo cotidiano empieza a despertarse y desarrollarse cuando despertamos y desarrollamos una atención intencional, una apertura progresiva y continua de los propios sentidos y de la conciencia toda. Dicha sensibilidad se vive como una especie de fuente que riega las áridas colinas de nuestra cotidianeidad. Y es la que, como primer paso, permite y favorece que «emerja» a la superficie y florezca la semilla de nuestro verdadero ser.

Esta especial sensibilidad nos conduce a un ahondamiento y transparencia de nuestras vivencias cotidianas, que llegan a convertirse y alzarse en puertas permanentemente abiertas y que nos conducen a la plenitud. Solo que, al dejarnos engullir o fascinar por lo sensorial, por las vivencias, por nuestro apego a las cosas o por las fauces siempre hambrientas de la rutina y la costumbre, dejan de ser puertas abiertas, para cerrarse y convertirse en muro que bloquea nuestro propio camino de desarrollo y crecimiento. Cuando interponemos cualquier tipo de muro entre nosotros y la realidad, aquel nos impide captar el suave latido con el que vibra dicha realidad.

La recomendación básica que quiero hacer desde un principio para acceder a la experiencia del pulso del cotidiano es la de pararse, tomarse tiempo. Es necesario no precipitarse, sino abandonarse a una actitud de silencio receptivo y de acogida. Porque la esencia solo es accesible para quien se instala y se mueve desde la paciencia.

Este libro no es, en modo alguno, resultado del vertido en letra impresa de los conocimientos de quien escribe. Muchas de las cosas han sido descubiertas, vividas y aprehendidas al hilo y como resultado del propio acto de escribir. No es, por tanto, algo mío que entrego a quien se digne acogerlo, sino que en él se encuentra una llamada a la que personalmente estoy intentando responder con solicitud y de la que no hago sino una proclamación pública que sirva de reclamo a todo aquel a quien alcancen mis palabras, y así pueda también sumarse, entregarse y vivir desde una respuesta personal y decidida a la llamada que encierra el pulso del cotidiano.

Si, conforme lees las páginas que siguen, te parece que es tu propio pensamiento el que se desvela  y desarrolla, como si en realidad lo leído no fuese sino la materialización de tu propia voz interior; si en lo que se dice percibes un destello que ilumina la posibilidad de nuevos horizontes (conocidos, pero olvidados); si el leer te sumerge en una atmósfera de renovación y alegría serena…; si algo de esto sucede conforme lees, tendrás en ello la señal de que la llamada ha sido escuchada. Luego no te queda sino responder. ¡Suerte!

«Si lees, te sitúas como ante un sinfín de grafismos que abruman y no hacen sino esperar y detener el escaso tiempo del que dispones…

…pero, si ves, oirás el palpitar tenue y continuo que late en el interior de cada persona, de cada cosa, de cada acontecimiento.

Si lees, estarás ansioso por alcanzar el punto final…

…pero, si ves, cada punto y seguido detendrá tu pensamiento y ahondará tu reflexión.

Si lees, no se mostrará a tu conciencia sino un conjunto sofocante de elementos sumativos…

…pero, si ves, te gozarás con la complejidad múltiple de nuestro cotidiano.

Si lees lo que son dificultades y obstáculos, ello no hará sino ahondar y justificar más sutilmente tu desgana…

…mas, si los miras, se encenderá en ti la antorcha de la esperanza que alumbra toda promesa de posibilidad.

Si lees cuanto de positivo se recoge, ello no hará sino inclinar aún más tu cabeza en dirección al propio ombligo…

…pero, si lo miras, podrás ser corriente de agua fresca en la sequedad del pesimismo que te rodea.

Es preciso hacer un alto en el camino: mirar el trecho andado y atisbar mejor el punto de destino.

La Vida gusta de tomar conciencia de sí misma; también la vida que respira con los pulmones del cotidiano.

Y es que la Vida, con sus pulsos y arritmias, con sus latidos, con sus respiraciones y asfixias…

…no puede leerse, sino verse.

Porque no lo olvidéis:

‘No se ve bien sino con el corazón.

Lo esencial es invisible a los ojos’».



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