El nombre de Dios y la posibilidad de otro mundo mas justo

El nombre de Dios y la posibilidad de otro mundo mas justo

Antonio López Baeza

Desde un punto de vista estrictamente teológico, las luchas entre religiones, asi como todo tipo de violencia en nombre de Dios, resultan de todo punto injustificables. Dios, cuyo concepto representa el sumo bien, el valor absoluto de la vida, la relación/comunicación gratuita del ser, no puede adecuarse con ninguna forma de fundamentalismo creyente, en su agresividad destructiva de personas o de ideas y estructuras que le resultan contrarias.

Si Dios representa alguna verdad digna de tenerse en cuenta en el conjunto de todas las busquedas de sentido (religiosas, humanistas, cientificas, etc.), no puede ser distinta a la del respeto mas total a las mas minimas expresiones/manifestaciones de la vida. Por demas, las rivalidades entre credos o iglesias distintas, en nada sirven a un Dios que no necesita para nada ese tipo de defensa, porque su Ser se encuentra mas alla de los resultados de tales pugnas, y, a lo sumo, estara mas cerca e incluso mas identificado con los perdedores antes que con los que levantan la bandera de la victoria.

Y si nos atenemos al principio de que la Humanidad necesita de todos los humanos para salvarse, es decir, para alcanzar sus metas de bien comun, en un desarrollo viable que incluya Paz y Justicia para todos, no nos puede caber la menor duda de que somos todos, creyentes y no creyentes, fieles de todas las iglesias y religiones, formando el ejército de los hombres y mujeres que saben que “otro mundo es posible”, y ponen su empeno en que llegue a ser realidad tangible, quienes estamos llamados a sacrificar toda concepción mezquina de grupo cerrado, comunidad de los salvados, particularidades que aislan, intereses que enfrentan, y/o concepciones de la divinidad que no son “humanas”…, a fin de conseguir que nadie se sienta excluido del banquete de la Fraternidad Universal. Si el objetivo de Dios (su Voluntad Salvifica Universal) es un mundo de hermanos, ha de ser forzosamente en el respeto a todas las diferencias y en la comunión de todos los valores.

Por su lado, el Cristianismo, sin pretender otra cosa que ofrecer en servicio humilde y gratuito lo mejor que tiene a este mundo real y a ese mundo posible irrenunciable, se hace consciente, en estos momentos de mundialismo, a la vez que de disolución de grandes ideales y pérdida de horizontes utópicos bajo el dominio del poder absoluto del dinero, de la gran riqueza espiritual que lo acompana desde sus origenes, no para su honra y gloria, sino para el bien de la humanidad histórica.

Consciente de tal deber (unico que lo justifica), el Cristianismo de hoy debe aparecer ante las nuevas generaciones como firmemente comprometido con la defensa de la vida; reconocedor del placer corporal como signo y simbolo de nuestra irrenunciable vocación a la felicidad; de un sentimiento estético de la existencia humana, la que sin el cultivo de lo bello deriva a trivialidades en la convivencia y a monstruosas deformaciones sobre la concepción de la vida humana; y, como sintesis de todo lo anterior, a un vivir la propia existencia como agape, gozo de saberse/sentirse uno en el amor de lo visible e invisible.

A modo de corolario: ?Puede ser igualmente “justo” este mundo con Dios que sin Él? Dejemos la cuestión abierta (pues siempre lo sera). Lo que resulta incontestable es que los creyentes en un Dios, cualquiera que fuere su concepción intelectual y sus simbolos religiosos, tienen muchas razones anadidas para luchar por ese mundo mejor siempre posible.

    Deja una respuesta